Los Sacrificios del Poder

El poder: ¿Quién no lo quiere tener al menos por unos momentos? Todo ser viviente desea poder, para ejercerlo y saber como se esta con el. También el poder envilece,  si no se sabe utilizar y administrar por supuesto, por eso somos victimas de el, porque la mayoría de los seres vivos pierde el control al tenerlo y se convierten en seres muchas veces anormales e inicuos.

Pero si ubicamos las ventajas que genera el poder bien administrado o debidamente aprovechado, se podría inferir en que su utilización cuando es vista por la necesidad o la buena intención, mayormente hace pausas y sin notarlo se estaciona; casi se estanca y allí es donde esta la virtud de quien lo tiene y lo sostiene hasta que lo pierde.

Muchos son los casos en que de la contracción que produce el sacrificio del poder, se muestra  una deformación en la morfología del ser que la padece, se notan cambios en diferentes aspectos que producen estados psicológicos desconocidos en el entorno de la necesidad; entonces es cuando lo extraño aparece y se convierte en una metamorfosis negativa para la buena intención.

El sufrir con el poder sujeto a lo cotidiano, deja sensaciones y turbulencias que luego se transforman en estados de amnesia, descuido, indiferencia, como si con el poder se pudiera evadir o distraer a la necesidad y a la buena intención.

La responsabilidad no debe ser administrada unipersonalmente, seria como tener un ejército en plena batalla y no saber como utilizarlo, su estructura seria una forma abstracta y casi desconocida, aún estando de forma y manera evidente en todo su componente.

Quizás los factores primarios no sean visualizados por la necesidad y la buena intención, porque indudablemente cuando se otorga poder, hasta que no se reflejan las debilidades y la discriminación, la necesidad y la buena intención permanecen casi ciegas.

Es preciso muchas veces mostrarle a quien ostenta el poder, lo duro y tenaz que se expresan en sus formas de castigo la necesidad y la intención, reflejan su ferocidad, su inclemencia, no responden al arrepentimiento ni al perdón, se convierten en una hoguera con sed, no dan tregua y menos reculan en el perdón. El que pretende menospreciar el poder de la necesidad y la intención, debe tener presente que esta construyendo su calvario, su fosa, su epitafio.

Todas las formas de injusticia basadas en el uso; que mayormente es así, del poder, fomentan eslabones uniformes de resistencia, que luego, sin curar heridas se transmutan en la cadena del castigo.

Si rechazamos las debilidades del poder de manera consciente y optamos por asumir los riesgos que implica confrontarlo, es el reto más peligroso y a la vez se crearía la restauración del castigo como método de ejemplo para disuadir, amedrentar y sofocar lo evidentemente visible del abuso de poder.

Aunado a ello se puede considerar un abuso disentir, criticar, actuar y de manera casi crónica acusar, la necesidad y la intención en esa coyuntura, pasa a ser el enemigo, el peor de todos los peligros en torno a la costumbre de permanecer con el poder. Quizás no pase mucho tiempo para ser espectadores y espectadoras de la terrible escena que se monta en el teatro de la tragedia; la que produce los sacrificios del poder


Agustín Ruiz
Publicado en El Oriental 22 de septiembre de 2016

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