Elevación de la Cultura

Se sabe que dirigir el proceso cultural es un quehacer complejo y que no cualquiera es capaz de hacerlo, a menos que se entienda este proceso de manera simplista. El método más preferido de tal simplicidad, usado en la práctica por muchos ejecutivos “celosos”, consiste en reducir la variedad de las manifestaciones del arte, ya podada por sus antecesores a la máxima uniformidad posible. Lo hacían para sentirse más seguros y tranquilos en sus sillones de jefes. Les preocupaba poco que en el pueblo venezolano empezaran a experimentar desconfianza en lo que se les servía como alimento espiritual. Tampoco les importaba mucho que la gente dejara de frecuentar teatros, cines y exposiciones artísticas, pero les alegraba que por doquier reinara la tranquilidad y no hubiera riesgo alguno de que los espectadores pudieran apreciar algo en forma distinta de la que se les prescribía. Semejantes burócratas ofendían al pueblo subestimando su conciencia, su cultura política y jurídica y su nivel educacional, negándole el derecho de decidir qué es lo que le sirve y que no le sirve como alimento espiritual. Tanto la cultura socialista como el socialismo mismo pueden desarrollarse normalmente y prosperar solo sobre la base de la variedad, la diversificación y la multiplicidad de formas, de lo contrario, surgen inevitablemente la monotonía, la mediocridad y el aburrimiento.
Un arte de verdad debe ser polifacético, que él es inconcebible sin que haya competencia y rivalidad; y que, por último, es imprevisible; pero que siempre debe permanecer fiel a la vida y al hombre, “pues la vida está a nuestro favor” como decía Vladimir Illich Lenin. Inevitablemente, la época de las transformaciones revolucionarias pone de manifiesto el estado real en que se encuentra la sociedad, el grado de su preparación para los cambios, el nivel de las ideas sociales e históricas que tiene sobre sí misma. En semejantes casos, la unidad de estas ideas parece ser cosa más que extraña; en tanto que la pluralidad de apreciaciones y opiniones refleja, como en un espejo, no solo nuestros éxitos y avances en la educación, la cultura y la formación revolucionaria, sino también las deficiencias y los errores que hemos cometido en la construcción cultural y a la hora de sacar lecciones de nuestro pasado histórico.
La política cultural, se basa en principios de democracia y de transparencia informativa; o sea, en la abierta discusión de todos los fenómenos de nuestra vida social. En nuestra revolución bolivariana-chavista, tenemos ahora la posibilidad de conocer muchas obras literarias y de arte, a las que antes- por razones distintas- no se habían tenido acceso. Su discusión en todos los ámbitos, y, simplemente por el amplio público, demostró que el hecho de haber callado estas creaciones talentosas y de gran importancia ideológica e histórica había llevado a la ignorancia histórica de la gente- muy en especial de los jóvenes-, a su pasividad social, y al infantilismo político.
Nuestra cultura se renueva, se han reavivado todos los géneros por iniciativa de los Consejos y Asociaciones que se reorganizan para buscar nuevas formas de reorganización y romper con el elitismo y la farsa que pretende inocularse en el centro de la incipiente cultura socialista nuestra. Debemos elevar la cultura socialista para el pueblo y evitar la intelectualidad cultural.
Agustin Ruíz
Publicado en El Oriental, 15 de abril de 2016

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