Noviembre 11


La insistencia por y para el diálogo de acuerdos en Venezuela, se transforma en un factor donde se aprecia el verdadero interés en personas de reconocida solvencia moral, política, y sobre todo, condición humanista, para articular en tan difícil y complicada situación a nivel político y económico, por la que se ha llevado al país. Desde aquel 13 de Abril 2002, cuando el Comandante eterno Hugo Chávez a su regreso, que rescatado por su pueblo mostró la cruz pidiendo que cesara el odio contra la Patria y la mayoría del pueblo, llamando a la paz y al perdón entre todos y todas, abriendo las puertas para el diálogo y el entendimiento; ha sucedido de todo contra su voluntad.
En medio de todos los acontecimientos generados por las ansias de poder y cumpliendo con mandatos externos, la oposición venezolana ha creado diferentes estrategias para salir de el modelo político progresista que se ha extendido con dificultades por toda la América nuestra. La mediación del Papa Francisco, de los negociadores, ex presidentes Rodríguez Zapatero de España, Leonel Fernández de Republica Dominicana, Martin Torrijos de Panamá, los delegados por el Vaticano Emil Paul Tscherrig y Claudio María Celli, el ex presidente colombiano y secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) Ernesto Samper quien funge como arbitro.
Esta otra mesa esta siendo vista por muchos pueblos y gobiernos del mundo, tratándose de una situación donde se exponen estructuras y estrategias, con la consumada dialéctica que se suele utilizar para mostrar cual es la verdadera realidad, por otra parte se intuye desde hace mucho tiempo las posturas y arrogancias de una oposición secuestrada por un grupo de mandaderos que no ha querido, o no ha podido aplicar una metodología o teoría política que logre convencer a una minoría de personas que creen aun en la ya olvidada democracia representativa de la cuarta República. Estas reuniones dejan muchas aristas y estimulan para creer que si se llevan con una mínima expresión de querer y hacer por Venezuela y su gente, su futuro, su modo independiente de arreglar sus problemas sin ninguna intromisión externa. Mas que un dialogo, debe establecerse un acuerdo venezolano, para que las diferencias se tejan de una manera donde la confusión y los malentendidos queden excluidos y prevalezca la sinceridad.
Toda insistencia por desestabilizar debe ser señalada, todo abuso de poder contradice los preceptos constitucionales y debe ser un reclamo colectivo que conlleve a la reflexión de donde provenga. La mesa de dialogo por la paz y el desarrollo definitivo de Venezuela no puede ser excusa para desconocer errores desde ambos lados, sin exigencias ni plazos, sin limites y mucho menos con amenazas, la política suele tener diferentes tonos según el calor y las ganas para que sea entendida por la población, una patada a la mesa de dialogo por la paz y el progreso, alejaría de nuevo la esperanza que se ha vislumbrado desde el treinta de octubre, mientras que el 11 de noviembre puede dejar una pagina indeseable para la historia nuestra. Seguramente triunfara la sindéresis y el espíritu de hermandad a pesar del calor político con el que dejaremos atrás el noviembre 11.

Agustín Ruiz
Publicado en El Oriental, 10 de noviembre de 2016

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